Inauguración: Jueves 14 de Noviembre a las 20:00 horas
"Los cuadros abstractos son modelos ficticios, porque ilustran una realidad que no se puede ver ni describir,
pero cuya existencia podemos deducir"
Gerhard Richter
Desde su nacimiento en 1910 la abstracción pasó de ser una de tantas vanguardias que irrumpieron en el panorama artístico de Europa, para convertirse en una corriente internacional, gracias en parte a las capacidades interpretativas que le son propias. De esta manera, ha recorrido un fructífero camino, aunque no siempre apacible al verse denostada en multitud de ocasiones por detractores del arte no objetual. Sin embargo, ha ido creciendo y desarrollándose a través de múltiples tendencias -abstracción concreta, gestual, no objetual, geométrica, etc.- de la mano de grandes maestros del arte. De esta manera, la abstracción se ha consolidado como uno de los principales lenguajes del mundo del arte y a día de hoy continúa generando nuevos mecanismos de comunicación.
Horacio Fernández ha encontrado en el lenguaje abstracto una forma de expresión que le ha permitido abordar el hecho pictórico con total libertad. Para el artista la libertad es fundamental, en su manera de entender la vida, de crear y de comunicar, es un fin y un medio. Así, se deja llevar en una especie de juego gestual con la pintura cuyo resultado evidencia su deseo por experimentar, generando estructuras espontáneas de gran frescura y equilibrio. Estas características bien pueden ser el resultado de una formación autodidacta, libre y guiada por la curiosidad. Nacido en el seno de una familia de artistas -su padre y hermano se han dedicado a las artes plásticas- desde temprana edad fue adquiriendo conocimientos esenciales sobre la utilización y contraste de colores, el movimiento y el equilibrio compositivo, los cuales emergen casi de manera instintiva mientras trabaja. Asimismo, el contacto directo con la obra de grandes maestros de la historia del arte, durante sus viajes alrededor del mundo, le ha permitido ampliar su bagaje artístico dotándolo de nuevas fórmulas y perspectivas representativas.
De este modo, el artista no parte del vacío o la inconsciencia. En cada uno de los ágiles movimientos que efectúa frente al lienzo existe una intención: la construcción de un universo, una ficción. Cada pieza se convierte en un sistema consolidado, si bien con un determinado nivel entrópico, en el que se vuelcan de manera directa un sinfín de sensaciones, instantes vividos, recuerdos e intenciones. Lo racional y lo visceral armonizan en una coreografía de colores contrastados aplicados mediante el dripping y un juego de finas veladuras ejecutadas mediante el arrastre, generando composiciones de gran fuerza y dinamismo. El carácter ficcional se acentúa mediante la utilización de grandes formatos envolventes que invitan a la contemplación, en los que el espectador se sumerge tratando de dilucidar su contenido, valiéndose de las pistas que el propio artista deja en los títulos. No obstante, son obras evocadoras que cobran autonomía en el momento en que se les da la última pincelada y el espectador las observa. Obras abiertas de las que podemos deducir infinidad de significados.
El calentamiento global es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos desde hace décadas. El incremento paulatino y sin precedentes de la temperatura mundial desde mediados del siglo XX ha traído consecuencias que ya no podemos obviar, por mucho que los poderes políticos y económicos decidan mirar hacia otro lado. Los glaciares se derriten, el nivel del mar sube, los fenómenos meteorológicos extremos cada vez son más comunes y los ecosistemas terrestres se ven afectados.
Ante lo evidente que busca ser encubierto por la maquinaria de la desinformación, esta muestra busca ser un espacio de reflexión, partiendo de la idea de que nos encontramos en el punto de retorno, hoy sí podemos hacer algo para preservar la vida en la tierra, tal y como la conocemos. Hoy somos agentes de cambio.
Sin lugar a dudas, la naturaleza ocupa un espacio importante en la obra del creador chileno Horacio Fernández. En su trabajo las referencias a paisajes naturales son continuas, no es de extrañar viniendo de un país en el que ponemos encontrar glaciares, llanuras y cordilleras, grandes lagos y ríos, frondosos bosques milenarios, volcanes, y una flora y fauna de ensueño. Asimismo, esta problemática actual no pasa desapercibida para el autor por lo que se ha volcado a la tarea de construir una muestra arriesgada y llena de pasión con el fin de llamar la atención del espectador y despertar conciencias.
Al recorrer la exposición nos encontraremos con piezas que se contraponen en un sentido formal y lírico, dualidades con una carga crítica que toma referencias de nuestro pasado, presente y un futuro que se divisa esperanzador, tanto en cuanto lo hagamos posible. Entre las obras específicamente creadas para esta muestra veremos paisajes que han sufrido las consecuencias del calentamiento global y la destrucción de la mano del hombre: el Mar de Arán, totalmente devastado; y Sahel, este último haciendo hincapié en el proyecto de la Gran Muralla Verde, llevado a cabo por los diferentes países africanos que comparten esta situación geográfica, y busca detener la desertificación. La belleza y exuberancia de una Amazonas encendida, junto a la promesa de un nuevo Reverdecer; así como el juego reactivo de colores y temperaturas entre la Combustión y el Glaciar. Para finalizar, el concepto clave de la exposición se expresa a través de dos grandiosas obras: la Vida y la Incertidumbre.
Izaskun Monfort, Comisaria