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"Nosotros somos instrumentos dotados de sensibilidad y memoria. Nuestros sentidos son otras tantas teclas que la naturaleza que nos rodea golpea y que a menudo suenan por sí mismas". Denis Diderot

Ruidos, brillos, gestos, olores, melodías, colores, estridencias... Impresiones fugitivas que se engarzan en la memoria a través de los sentidos, uniéndose a la compleja red que conforman las experiencias y sentimientos vividos. Estas impresiones, en principio inconexas, se mantienen latentes en nuestra memoria a la espera de un estímulo que sirva de catalizador y desborde la fuente del recuerdo. Teclas que al ser presionadas desembocan en un mar de sensaciones, llevándonos en muchos casos a la melancolía o el arrebato.

Conocedor de esta condición humana, José Luis G. Fincias, plantea cada una de sus piezas como magníficas sinfonías de luz y color. Hecho que no es de extrañar, ya que la música se ha convertido en compañera esencial de su proceso creativo, mediante el cual las estructuras abocetadas en su interior se desbordan sobre el lienzo, con la vitalidad y la pasión de un director que desea hacer vibrar las cuerdas ocultas en nuestra memoria.

De esta manera, José Luis G. Fincias nos presenta una obra concienzuda, construida a partir líneas dinámicas de cromatismo estridente, las cuales se concatenan logrando una armonía contrastada. Asimismo, a través de la figura femenina, leit motiv del artista, saltamos del allegro al rondó con una sensualidad que nos atrapa. La música y la pintura se funden para saturar nuestros sentidos, porque como decía Shakespeare en uno de sus sonetos, "to hear with the eyes", no sólo escuchamos con los oídos, también debemos hacerlo con los ojos.

Izaskun Monfort Aurteneche - Comisaria y crítica independiente

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