Inauguración: Martes 24 de Septiembre a las 20:00 horas
Cómo observamos y cómo somos observados es el eje que atraviesa esta atractiva muestra en la que podemos disfrutar de las últimas creaciones de Laurence Winter y Roberto Reula. Una exposición en la que se combina un vocabulario actual, atrevido y experimental, en cuanto a las formas y técnicas empleadas, con una acertada labor reflexiva sobre las capacidades arte como herramienta para entender la manera en la que construimos nuestro rededor, siempre a través de la mirada. Una mirada contemporánea saturada de vertiginosas imágenes, sensaciones súbitas y experiencias instantáneas que en muchos casos no nos dejan percibir la sutil belleza de lo cotidiano.
Para abordar dicha labor, ambos artistas se valen del ejercicio de la contemplación como "actitud o actividad del espíritu por la cual el sujeto, al considerar un objeto, se absorbe enteramente en esta consideración y tiende a prolongarla indefinidamente con una suerte de ingenuidad y una apariencia, al menos exterior, de quietud e inmovilidad en la mayoría de las ocasiones" (Souriau, 2010) De esta manera, el arte abandona su afán por la simulación, para convertirse en algo más, en testigo secreto de una conexión, una búsqueda por captar el instante o un enigma cifrado entre lo que se recrea y lo que se revela.
El individuo, en la escultura de Roberto Reula, se presenta ante el espectador como arquetipo del hombre contemplativo. Sus personajes de cuerpos pesados y carentes de gracia son modelados por una mano experta que no duda en experimentar con la combinación de diferentes materiales: bronce, hierro, mármol, gres, madera, resina de poliuretano, etc. Asimismo, el color se aleja de su finalidad imitativa para posicionarse como elemento con autonomía propia, orientando nuestra mirada hacia los elementos clave de cada una de las piezas, generando nuevos significados e incrementando su carácter evocador.
Ante la velocidad del presente los sujetos se mantienen serenos e introspectivos, deteniéndose para observar lo que ocurre a su alrededor; con una mirada sencilla y sincera, absortos, se recrean en sus ideas. En un primer acercamiento puede dar la impresión de pasividad, sin embargo, Reula, logra insuflar vitalidad en sus personajes, no de la manera clásica que reconoceríamos como consecuencia de nuestro bagaje cultural, sea a través de la búsqueda de movimiento mediante posturas, más o menos, equilibradas o el reflejo de una tensión contenida propio de la "terribilità", sino mediante las conexiones metafóricas que el artista plantea, revelando las inquietudes humanas más elementales siempre teñidas con un ligero tono mordaz lo cual ofrece una bravata adicional al arte concebido en su forma más tradicional.
El hombre desnudo y expuesto ante la multitud, sin atisbo ninguno de altanería, refuerza la idea del individuo solitario consciente de sus defectos, real y caduco. Por consiguiente, su papel es activo y resuelto, expandiendo esa labor reflexiva con el fin de despertar las mismas inquietudes en el espectador.
Por otro lado, Laurence Winter absorbe las impresiones y vicisitudes que encuentra en su camino, volcándolas en su actividad creadora. Rodeada por la multitud, Winter se convierte en una observadora minuciosa, atesorando hasta la menor huella de la agitación de la ciudad, sus reflejos cambiantes, su sonoridad. Circunstancia que se acentúa mediante la utilización de una técnica poco habitual, el óleo sobre metal, la cual aviva los tonos fríos y las luces, aportando un carácter fugaz a sus creaciones, lo cual combinado con la impresión de fuerza y perdurabilidad que aporta el material, generan una hermosa paradoja: lo fugitivo infinito. La materialización del recuerdo.
Asimismo, frente a esta frenética exaltación de los sentidos la artista requiere de nuestra máxima atención, desplazando nuestra mirada, deteniéndose en la placidez de lo ordinario, en el placer que solo se alcanza en la soledad y el anonimato. Porque, "multitud, soledad: términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. El que no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en una muchedumbre atareada". (Baudelaire, 2009)
De esta manera, con una gran sensibilidad la artista nos lleva al encuentro de esa soledad. Nos convierte en intrusos anónimos de un paisaje estival. Picados y contrapicados, a la manera fotográfica, se concatenan para construir una nueva realidad. Sombrillas, sillas, colores, luz, indicios indiscutibles de una multitud alegre y bulliciosa que disfruta del verano, se quedan en simples señales vacías. La muchedumbre no está. Pequeñas siluetas, sombras contemplativas toman el relevo, generando una atmósfera tremendamente evocadora, que nos invita a reflexionar sobre la importancia del presente.
Izaskun Monfort Aurteneche. Comisaria y crítica de arte independiente.