En la obra de César Corpa se intuye un agudo proceso mental que confluye, a su vez, con un deseo irrefrenable de expresión íntima, convirtiendo el lienzo en blanco en receptáculo de emociones, imágenes y sensaciones. Todas ellas expresadas de manera audaz a través de una pintura de gran carga matérica, prácticamente texturizada, en la que el color cobra un estatus radical como elemento transmisor.
Con una estética que bebe de grandes referentes como la Escuela de Cuenca o los expresionistas americanos, Corpa, ha sabido reconocer todo el potencial expresivo propio del lenguaje abstracto, haciéndolo suyo y constituyendo una forma de hacer directa y personal. De esta manera, el espectador se encuentra ante un universo de paisajes irreales, tremendamente sugerentes, que invitan a mirar más allá de la superficie, a adentrarse en un espacio sin referencias tangibles, es decir, el ámbito de lo indecible.
Izaskun Monfort
Comisaria y crítica independiente