Inauguración: Martes 10 de Marzo de 2020 a las 20:00 horas
Desde los años sesenta del siglo pasado una tendencia certera enraizó en el mundo del arte. Asumiendo para ella los motivos que inspiraron a los artistas pop, retomado la precisión técnica representativa del realismo y apoyándose en la fotografía como herramienta de preproducción, el hiperrealismo abordó la tarea de transmitir y fijar nuestro alrededor. Así, retoma espacios que ya habían sido adjudicados a otras técnicas gráficas y a la propia fotografía, para recuperar eso que algunos consideraban languidecía, la pintura.
Si bien, la definición de hiperrealismo aún cojea debido a la diferencia patente en la forma de concebir, trabajar y expresarse de cada uno de los artistas agrupados bajo este barrenado toldo, lo que sí les une es la importancia que la fotografía tiene en su quehacer. Sea fortuita o montada, la toma fotográfica se convierte para estos artistas en una especie de cuadernillo de bocetos. De ella parten para construir composiciones que destilan un aroma a reveladores y fijadores. Picados, contrapicados, descuadres, recortes, close up, etc., todos efectos a los que nos ha acostumbrado el lenguaje fotográfico. Es decir, un estilo que mezcla toda la frescura contemporánea de nuestro imaginario actual con la restitución de la maestría técnica representativa propia de la pintura.
Bajo esta sombra se encuentra el trabajo de Carlos Marijuán, artista que, si bien, comenzó su formación de manera autodidacta, luego se inscribe en los talleres de pintura de la Fundación Araujo en Chinchón (Madrid), donde aprende el arte de la pintura de la mano del maestro realista Guillermo Muñoz Vera. De esta manera, es fácil entender su fascinación por escrutar todo aquello que le rodea, con la ambición de dar con la magia de la realidad. Aquello que, aunque descaradamente a la vista, se esconde ante nuestros ojos y es el pintor sensible quien nos revela ese sorprendente fragmento de realidad visible y psicológica.
Carlos Marijuán sustrae escenas cotidianas que una vez pasan por el tamiz subjetivo del artista adquieren una singularidad sobrecogedora. A través de una sólida técnica representativa, ante nosotros se despliegan calles abarrotadas de gente, edificios, ruidos y movimiento. Todo esto se congela por instante y una luz potente y cálida lo baña todo. Situaciones tan fugaces como sugerentes se desvelan mediante los gestos detenidos, las relaciones metafóricas casuales y, por supuesto, los encuadres forzados. Una amalgama de detalles que despiertan la curiosidad del espectador invitándole a construir el resto de la historia, a preguntarse por lo que fue, lo que es o lo que será. Asimismo, con gesto audaz presenta una serie de piezas que se alejan de la representación realista hundiéndose en la estética del retoque fotográfico, al distorsionar los colores por medio de un efecto solarizado. Por lo tanto, deja en evidencia que, aunque nos encontremos delante de imágenes de extrema precisión, el pincel es guiado por la plena subjetividad.
El artista crea, construye a través de su entorno, bebe de la realidad para cimentar una verdad. Unas veces más cercana a lo que nuestros ojos están acostumbrados a captar y otras veces desvirtuada, manipulada y redirigida, generando nuevos sentidos, pero en cualquiera de los casos siempre son verdades. Cristóbal Leiva, nos traslada a un mundo de ensueño donde sus pequeños avatares, se recrean rodeados de un mar de nubes, haciendo aparente las experiencias, deseos y sensaciones más humanas. Una realidad donde los volúmenes, pesos y atmósferas se transforman, dejando de seguir las normas naturales, trucos visuales que se refuerzan a través de los pigmentos y la selección de los materiales, generando un divertido trampantojo.
De la mano de la figuración y con una estética delicada y en sumo atractiva, el artista construye afables narraciones donde el juego sirve de eje axial para transmitir su interpretación del mundo que le rodea, ahondando en temas como el amor, el deseo, la magia, la incertidumbre y su forma de enfrentarse a las adversidades de una sociedad crítica, siempre desde una mirada positiva.
Izaskun Monfort. Comisaria y Crítica de arte independiente.